El momento en que nos conocimos casi se me olvida (como muchos otros momentos de nuestras vidas), fue ella la que por messenger me hizo recordar. La primera conversa, en realidad segunda ya que la primera fue apenas el par de minutos de conocernos, era octubre del 2008. Yo estaba fuera para variar, pero como a todo mundo, el messenger nos estaba acortando la distancia. La conversa fue desde un inicio interesante, ambos coqueteámos de saque. Se tocaron temas para ambos interesantes, un toque personales, ustedes saben, cosas nuestras, y así de golpe, confianza encima, los temas llegaron hasta lo que haríamos cuando volviera y saliéramos juntos.
Cuando volví, al toque, la primera salida fue lo que yo ya deseaba desde que conversamos, y ella pues, tal vez algo temerosa también lo deseaba. Luego de aquella faena tiró los vasos cuando le dije la verdad (algo que ustedes tendrán que suponer porque no será parte del relato). "Negociamos" condiciones y las pases se hicieron. Desde entonces las relaciones siempre han sido buenas, bueno casi siempre, ya que ella quería un poco más que ser "Mía".
Hace poco, luego de nuestra acostumbrada faena me contó el pasaje de su vida de cómo su padré se fue de casa. Mía, sus hermanas y mamá habían ido a ver a la abuela y tíos a un lugar fuera de Lima, en el vasto territorio del rico Perú, a insistencia del padre se habían quedado más de "unos cuantos días", mientras él se quedaba en Lima. Cuando regresaron no pudieron entrar a casa ya que esta había sido vendida. Su padre había comprado un vehículo con el producto de la venta, otra casa (un poco más pequeña) y de paso estrenaba novia nueva. La tía de Mía ya le había advertido de estas "voladas" a su madre, pero como toda volada (o mejor dicho: pero raramente en las mujeres), no se le hizo caso. A partir de ahí la madre, hermanas y Mía se fueron de vuelta a la "provincia" a pasar agunos años hasta que la familia creció -en edad- y retornaron a Lima.
"Ese perro es un maldito, no lo quiero." -me dijo-, "...y encima ahora viene a decir mis hijas". El hombre había vuelto muchos años después a querer recuperar el cariño que brindan las hijas a un padre. "Claro ahora que mi hermana está en la UNI, otra en San Marcos, una ya tiene su negocio bien parado y yo en enfermería, viene a llevársela fácil. Cojudo no es pues". Y Mía seguía con la rabieta, pero bien fundada. Como ya las hijas estaban crecidas con la vida prácticamente solucionada y cuasi profesionales, llegaba a recoger lo que un día dejó, y recoger es RECOGER, ustedes saben.
Según Mía sólo su hermana mayor le da algo de bola, ella vive cerca de la casa de él, y le cuenta todo el maltrato que ve de la pareja de su padre y las cosas que le dice, la hermana mayor deja que se acerque por un poco de lástima. Mientras las otras hermanas están reacias a darle chance, sólo quieren que el "ex-papá", como ella lo llama, vuelva a desaparecer de sus vidas.
Luego del cuento (por cierto un nuevo encargo más cumplido), volvimos a lo nuestro y a la salida a comer sánguches de pollo, jajaja. Sobre esa sanguchería debo contarles luego, el filete estuvo bueno.