Hace ya varios días que tenía pendiente escribir unas líneas acerca del transporte público de Lima y las obras que a diario vemos en las calles y avenidas de esta gran orbe. Seguro ya todos conocerán de sobra la temática de este post, pero igual, ahí les cuento lo que me sucedió en estos días, si desean lo pasan o sino, pues a leerlo.
Resulta que tenía una cita con una persona en San Isidro hace como 4 días, cerca del hotel Meliá. Dado que no tengo auto (espero algún día no muy lejano tener uno, aunque viendo cómo está Lima, lo usaría únicamente para salir de la ciudad), tuve que movilizarme, para variar, en las conocidas combis, parte neurálgica del sistema de transporte público para los simples mortales como yo. La combi elegida, fue la de la línea conocida popularmente como “el Chama”, una combi de color rojo con dos franjas de distintos tonos de verdes que circula desde la avenida Universitaria en la Universidad Católica hasta Surco, también viene en presentación grande, la Coaster, pero esa no la utilicé, además la presentación más grande tiene varias rutas.
Tomé la dichosa combi en la avenida Caminos del Inca con Benavides a eso de la 1 de la tarde. La cita era a las 2, así que estaba con el tiempo adecuado, al menos eso creía yo hasta que comenzaron los problemas. Primer problema, el cruce de las avenidas Astete y Benavides. Resulta que una señora ya mayor que manejaba un corsa, se había detenido cerrándole el pase a una coaster de la línea, también llamada por el populorum como “Pamela” –es que nosotros los limeños somos algo cómicos para bautizar a nuestras líneas de transporte-, al parecer la señora vociferaba al chofer de la coaster, quién no se animó a bajar (a juzgar por la cara de la señora, ni yo me animaría a responderle siquiera) que era un h%jo d3 9u$4 y un soberano h93%v0$n por haberle cerrado el pase unos metros atrás, lo cual pudo causarle un terrible accidente. La señora decía al público casual, es decir al resto de la gente parada en la avenida contemplando la pequeña obra teatral, que no se movería sino hasta que llegara la policía y le pusiera una multa al chofer h%jo d3 9u$4, que palabras tan dulces la de la señora. En fin, el altercado duró como 7 minutos, yo miraba el reloj por que estaba impacientándome un poco, llegó el serenazgo de Surco, pero la señora quería la policía y no un “simple serenazgo”. Increíble 7 minutos parados, por un corsa una coaster y un policía que no aparecía. Se apareció un patrullero y todos logramos arrancar del lugar gracias a que los policías casi obligan a la señora, pistola en mano, que aparque su vehículo.
Luego del pequeño incidente, apareció el problema de siempre: alto tráfico en el óvalo Higuereta, no nos permitía ni acercarnos siquiera al dichoso óvalo. Estábamos parados en el mercado Edén, justo antes del carril de la pista que va debajo del óvalo, y menos mal, al chofer se le ocurrió aventarse por dicha vía. Sorteando un enmallado de coches, motos, taxis y más combis pudimos entrar a dicho carril y aparecimos del otro lado en segundos, para luego seguir encontrándonos con dicho problema en el cruce de Benavides y la avenida Panamá, y para aderezar más el caldo, había una pequeña obra en dicho cruce. En miraflores todo lo pasé tranquilo, por suerte, creí que ahí tendría problemas, pero tuve suerte de no quedarme atorado por nada. Luego de esa pequeña epopeya llegué al lugar justo a las 2, conforme a lo pactado.
Sigamos, que las anécdotas siguen. Resulta que el jueves pasado tomé la 41, un bus del color de los “Enatrus” ¿lo conocen no? Subí a él en el cruce de Tomás Marzano con la avenida Surco en dirección a Jesús María, específicamente a las oficinas de los Registro Públicos a realizar algunos trámites que tenía pendiente, eso queda cerca de la avenida Salaverry. En el bus, recién se me ocurrió tomar algunas fotos del bus, así como de las afueras de este, a medida que la 41 recorría su ruta.
La cuestión es que este bus terminó tan, pero tan, pero tan lleno, que no me quedó espacio ni para manipular el celular, con ese equipo tomo la mayoría de fotos al paso (¿no querrán que cargue mi cámara todos los días a la calle, no?), tan es así, que me quedé quieto con el celular en la mano, sin teclear nada por cerca de 10 minutos, ni poder cerrarlo, y para colmo en un paradero subió una señora vestida con varios prendas con motivos andinos, esas prendas de varias capas, cargada de muchos bultos, además subieron lo que parecían ser sus dos hijos, ambos parecían de la misma edad, como de 5 años. En una de las fosas nasales de uno de ellos, se podía distinguir cierto líquido viscoso, de aquellos que me salen a mi cuando estoy agripado y pues, el niño, al no tener pañuelo, ni mucho menos papel higiénico, hacía la asepsia del momento con la manga de su chompa, también de multicolores motivos andinos. Por cierto su chompa me gustó mucho, lástima que la tenía ya muy maltratada. Luego de unas cuadras, 10 minutos como les dije, la gente fue bajando, sobre todo, cuando estábamos en Lince, y al fin pude guardar el celular en su estuche. Acto seguido y dado que siempre cargo conmigo un pañuelo y un poco de papel higiénico, saqué un poco de papel del bolsillo y le entregué al chico. Él me miró, se lo dio a su mamá y ella lo guardó en sus pechos. No quiero ni interpretar el porqué de guardárselo y no devolvérselo al chico, supongo que le darán usos más importantes al dichoso papel. Mientras tanto el chico seguiría con la mecánica de asepsia tan natural para él.
Al bajar del bus sentía como si hubiera salido de una pelea de cachascán, todo desarreglado con la camisa afuera, la basta de mi pantalón ligeramente manchado con una huella de algún zapato que habría pasado en un momento de bajada apresurada de algún pasajero, la verdad quería bañarme. Me arreglé como pude y me compré una botella de agua para tomar, a pesar del invierno, la travesía en el bus me había dejado algo febril.
El sábado salí a una reunión de despedida de un amigo que viajaba a Europa, no recuerdo el país, no me interesó mucho, ya que tan amigo mío no lo era, pero lo conocía por otras personas, y dado que me había pasado la voz personalmente, no quería hacerle el desplante, además no tenía nada que hacer ese sábado por la noche, ni trabajo ni planes de diversión, ni visitar a alguien.
La reunión fue amena, me quedé hasta cerca de las 2 y media de la madrugada, ya era domingo, así que tomé un taxi. Dado que me venía desde Bellavista pude apreciar por un buen tramo bastantes obras detenidas por el horario de madrugada. Se veían por diversas calles y avenidas mallas, pilotes, máquinas paradas, material apilado, guardias durmiendo, etc. También vi, en San Miguel gente trabajando en un edificio de madrugada. Si pues, cuando hay dinero pero no el tiempo, hay que acelerar los trabajos, ¿no? En cambio cuando no hay tiempo pero si población electoral ávida por ver hechos y no palabras, se hace necesario realizar los trabajos de día, en avenidas muy llamativas y por sobre todo, puente que se haga, debe ser aéreo y no al ras, es decir no escarbar, sino poner columnas, pistas sobre nuestras ventanas y el cartelito de la foto del alcalde, claro está. Esto último me salió algo político pero en fin, qué se hace, así es pues.
Resulta que tenía una cita con una persona en San Isidro hace como 4 días, cerca del hotel Meliá. Dado que no tengo auto (espero algún día no muy lejano tener uno, aunque viendo cómo está Lima, lo usaría únicamente para salir de la ciudad), tuve que movilizarme, para variar, en las conocidas combis, parte neurálgica del sistema de transporte público para los simples mortales como yo. La combi elegida, fue la de la línea conocida popularmente como “el Chama”, una combi de color rojo con dos franjas de distintos tonos de verdes que circula desde la avenida Universitaria en la Universidad Católica hasta Surco, también viene en presentación grande, la Coaster, pero esa no la utilicé, además la presentación más grande tiene varias rutas.
Tomé la dichosa combi en la avenida Caminos del Inca con Benavides a eso de la 1 de la tarde. La cita era a las 2, así que estaba con el tiempo adecuado, al menos eso creía yo hasta que comenzaron los problemas. Primer problema, el cruce de las avenidas Astete y Benavides. Resulta que una señora ya mayor que manejaba un corsa, se había detenido cerrándole el pase a una coaster de la línea, también llamada por el populorum como “Pamela” –es que nosotros los limeños somos algo cómicos para bautizar a nuestras líneas de transporte-, al parecer la señora vociferaba al chofer de la coaster, quién no se animó a bajar (a juzgar por la cara de la señora, ni yo me animaría a responderle siquiera) que era un h%jo d3 9u$4 y un soberano h93%v0$n por haberle cerrado el pase unos metros atrás, lo cual pudo causarle un terrible accidente. La señora decía al público casual, es decir al resto de la gente parada en la avenida contemplando la pequeña obra teatral, que no se movería sino hasta que llegara la policía y le pusiera una multa al chofer h%jo d3 9u$4, que palabras tan dulces la de la señora. En fin, el altercado duró como 7 minutos, yo miraba el reloj por que estaba impacientándome un poco, llegó el serenazgo de Surco, pero la señora quería la policía y no un “simple serenazgo”. Increíble 7 minutos parados, por un corsa una coaster y un policía que no aparecía. Se apareció un patrullero y todos logramos arrancar del lugar gracias a que los policías casi obligan a la señora, pistola en mano, que aparque su vehículo.
Luego del pequeño incidente, apareció el problema de siempre: alto tráfico en el óvalo Higuereta, no nos permitía ni acercarnos siquiera al dichoso óvalo. Estábamos parados en el mercado Edén, justo antes del carril de la pista que va debajo del óvalo, y menos mal, al chofer se le ocurrió aventarse por dicha vía. Sorteando un enmallado de coches, motos, taxis y más combis pudimos entrar a dicho carril y aparecimos del otro lado en segundos, para luego seguir encontrándonos con dicho problema en el cruce de Benavides y la avenida Panamá, y para aderezar más el caldo, había una pequeña obra en dicho cruce. En miraflores todo lo pasé tranquilo, por suerte, creí que ahí tendría problemas, pero tuve suerte de no quedarme atorado por nada. Luego de esa pequeña epopeya llegué al lugar justo a las 2, conforme a lo pactado.
Sigamos, que las anécdotas siguen. Resulta que el jueves pasado tomé la 41, un bus del color de los “Enatrus” ¿lo conocen no? Subí a él en el cruce de Tomás Marzano con la avenida Surco en dirección a Jesús María, específicamente a las oficinas de los Registro Públicos a realizar algunos trámites que tenía pendiente, eso queda cerca de la avenida Salaverry. En el bus, recién se me ocurrió tomar algunas fotos del bus, así como de las afueras de este, a medida que la 41 recorría su ruta.
La cuestión es que este bus terminó tan, pero tan, pero tan lleno, que no me quedó espacio ni para manipular el celular, con ese equipo tomo la mayoría de fotos al paso (¿no querrán que cargue mi cámara todos los días a la calle, no?), tan es así, que me quedé quieto con el celular en la mano, sin teclear nada por cerca de 10 minutos, ni poder cerrarlo, y para colmo en un paradero subió una señora vestida con varios prendas con motivos andinos, esas prendas de varias capas, cargada de muchos bultos, además subieron lo que parecían ser sus dos hijos, ambos parecían de la misma edad, como de 5 años. En una de las fosas nasales de uno de ellos, se podía distinguir cierto líquido viscoso, de aquellos que me salen a mi cuando estoy agripado y pues, el niño, al no tener pañuelo, ni mucho menos papel higiénico, hacía la asepsia del momento con la manga de su chompa, también de multicolores motivos andinos. Por cierto su chompa me gustó mucho, lástima que la tenía ya muy maltratada. Luego de unas cuadras, 10 minutos como les dije, la gente fue bajando, sobre todo, cuando estábamos en Lince, y al fin pude guardar el celular en su estuche. Acto seguido y dado que siempre cargo conmigo un pañuelo y un poco de papel higiénico, saqué un poco de papel del bolsillo y le entregué al chico. Él me miró, se lo dio a su mamá y ella lo guardó en sus pechos. No quiero ni interpretar el porqué de guardárselo y no devolvérselo al chico, supongo que le darán usos más importantes al dichoso papel. Mientras tanto el chico seguiría con la mecánica de asepsia tan natural para él.
Al bajar del bus sentía como si hubiera salido de una pelea de cachascán, todo desarreglado con la camisa afuera, la basta de mi pantalón ligeramente manchado con una huella de algún zapato que habría pasado en un momento de bajada apresurada de algún pasajero, la verdad quería bañarme. Me arreglé como pude y me compré una botella de agua para tomar, a pesar del invierno, la travesía en el bus me había dejado algo febril.
El sábado salí a una reunión de despedida de un amigo que viajaba a Europa, no recuerdo el país, no me interesó mucho, ya que tan amigo mío no lo era, pero lo conocía por otras personas, y dado que me había pasado la voz personalmente, no quería hacerle el desplante, además no tenía nada que hacer ese sábado por la noche, ni trabajo ni planes de diversión, ni visitar a alguien.
La reunión fue amena, me quedé hasta cerca de las 2 y media de la madrugada, ya era domingo, así que tomé un taxi. Dado que me venía desde Bellavista pude apreciar por un buen tramo bastantes obras detenidas por el horario de madrugada. Se veían por diversas calles y avenidas mallas, pilotes, máquinas paradas, material apilado, guardias durmiendo, etc. También vi, en San Miguel gente trabajando en un edificio de madrugada. Si pues, cuando hay dinero pero no el tiempo, hay que acelerar los trabajos, ¿no? En cambio cuando no hay tiempo pero si población electoral ávida por ver hechos y no palabras, se hace necesario realizar los trabajos de día, en avenidas muy llamativas y por sobre todo, puente que se haga, debe ser aéreo y no al ras, es decir no escarbar, sino poner columnas, pistas sobre nuestras ventanas y el cartelito de la foto del alcalde, claro está. Esto último me salió algo político pero en fin, qué se hace, así es pues.
Lima
Interesante tus anecdotas, en algunas ocaciones me ha pasado los mismo.
ResponderEliminarfelicitaciones por tu blog
saludos
Gregorio Q. L